El 25 de noviembre fue declarado día Internacional contra la
violencia hacia las mujeres en el primer encuentro feminista de Latinoamérica,
que se celebró en Bogotá en julio de 1981. En este encuentro se denunció la
violencia de género en todos los ámbitos de la sociedad, los malos tratos y los
asesinatos en el hogar, las violaciones, el acoso sexual, incluida la tortura y
abusos sufridos por prisioneras políticas. Se eligió este día para no olvidar
el asesinato de las hermanas Mirabal, tres activistas asesinadas en 1960 a
manos de la policía secreta del dictador Trujillo en la República Dominicana.
Según los
datos de estadísticas en España al día 3 de noviembre de 2016 el número de
mujeres victimas por violencia de género se eleva a 80, y esto no lo podemos
permitir. ¡Ni una más! No somos de nadie, somos dueñas de nuestro cuerpo, de
nuestra persona y de nuestro destino. Nadie nos debe decir y ni mucho menos
imponer que hacer con nuestra vida.
En estos
tiempos convulsos en los que vivimos, nos han arrinconado para los cuidados de
nuestros seres queridos como si fuéramos portadoras de genes de obligación en
servicios a la comunidad, aún sin pago ni contemplaciones, sin poder cotizar,
sin poder asegurarnos un futuro, ni un presente digno..
No puede ser
que en la actualidad aún haya una brecha salarial del 20%.
Las Naciones Unidas definen la violencia contra la mujer como
"todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como
resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las
amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad,
tanto si se producen en la vida pública como en la privada".
La
Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral
contra la Violencia de Género, en su artículo 1.1., define la violencia de
género como aquella que, “como manifestación de la discriminación, la situación
de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se
ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de
quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de
afectividad, aun sin convivencia”, y “comprende todo acto de violencia física y
psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las
coacciones o la privación arbitraria de libertad.
Esta
definición se queda corta, pues no contempla las agresiones sin vínculo de
afectividad entre desconocidos o clientes de la prostitución.
Al
margen de definiciones, desde IGUALDADES queremos hacer visible y patente la
necesidad real que hay de ponerle freno a esta lacra que le está costando la
vida a tantas mujeres solamente por el
hecho de serlo, y así lo vamos hacer desde distintos frentes, pero sobre todo
desde la educación, la formación, la divulgación y sobre todo en hacer realidad
lo que muchos llaman utopía que será alcanzar la igualdad definitivamente entre
hombres y mujeres y la libertad de caminar sin miedo.
Pero debemos
tener claro que la violencia de género no desaparecerá mientras no acabemos con
la discriminación que las mujeres sufrimos en esta sociedad. La violencia de
género existe porque existe una relación desigual entre hombres y mujeres.
Hasta que las mujeres no dejemos de ser ciudadanas de segunda clase no se
acabará con este problema. Entrando en el siglo XXI, las mujeres seguimos
tristemente encabezando los porcentajes de pobreza, menor salario, precariedad
laboral y bolsas de paro. Nuestra presencia y representación en la vida
pública, en los puestos de responsabilidad, sigue siendo minoritaria, incluso
en los sectores donde somos mujeres principalmente, las trabajadoras. Mientras,
en el ámbito privado, el trabajo de las mujeres en el hogar sigue siendo
invisible e infravalorado.
La violencia
de género tiene un objetivo claro, el de inferiorizarnos y atemorizarnos para
ejercer sobre nosotras un control férreo que afirme el poder patriarcal.
Consigue en muchos casos paralizarnos, destruir nuestra autoestima y nuestra
capacidad de reacción. Debemos romper esta cadena que se nos impone, descubrir
los mecanismos de opresión y acabar con ellos. Debemos impulsar un debate
social profundo para cuestionarnos todas las estructuras que reproducen y
mantienen esta situación de discriminación. Es necesario que la coeducación sea
una realidad en todos los tramos de la enseñanza y de la vida social en
general, para hacer desaparecer la exclusión que padecemos en muchos ámbitos,
dando paso a una igualdad real.
Por todo esto
nos queremos vivas y luchando por una sociedad más justa e igualitaria.
Ni una más.
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